Doctor Who, I miss you

Jamás me había ocurrido con ninguna otra serie, ni siquiera con Estudio 60 o con Sexo en Nueva York cuando no hacía otra cosa que deborar un capítulo tras otro. Será que Doctor Who es la serie.

Empezó como en agosto más o menos, había momentos del día en los que pensaba en Doctor Who y lo echaba en falta, al igual que echo de menos a mis amigos de Erasmus o a mis compañeras de piso de Salamanca. Salvo por el hecho de que the Doctor no existe, y Matt Smith es tan sólo un actor.

Pero qué historias, historias de verdad, esas historias que sólo pueden salir en Doctor Who con diálogos de Steven Moffat, gran escritor donde los haya… pero al grano, durante infinitos días de este caluroso verano, me daba cuenta que pasaba muchos minutos pensando en capítulos pasados, en aventuras de Amy, Rory y el Doctor… y cuál fue mi alegría al descubrir un domingo cualquiera que Doctor Who había vuelto para su séptima temporada. No recuerdo si lloré, pero si ahora mismo pienso en el momento en el que dejé cargar el primer capítulo de esta temporada, lloro internamente.

Duró cinco capítulos, cinco domingos de mi vida. No volverá hasta Navidad. Es ahora cuando me doy cuenta de que me he convertido en una Whovian, una fan (de corazón) del Doctor.

Lo bueno de ese primer capítulo es que nos presentaron a la nueva compañera, Oswin Oswald, esa chica que viaja a través de su teclado. ¿Lo malo? Que Rory y Amy han pasado a la historia y no volverán jamás.

Billie Piper y yo siempre tuvimos una conexión especial, más que nada porque era Belle de Jour… pero tras tres temporadas de Amelia Pond, creo que es la escocesa mi compañera preferida de todos los tiempos. Ella y su maravilloso marido, tan normal y adorable y que tanto amor desprenden.

Escribo estas líneas porque estoy algo triste, hasta el 26 de diciembre (si es que el mundo no se acaba) no podré ver un capítulo nuevo de mis adorados personajes.

Necesito un chute de Doctor Who. Puede que lo acompañe con alcohol para que la espera sea más llevadera…